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miércoles, julio 25, 2012

UNA BROMA PESADA DE LA VIDA

UNA BROMA PESADA DE LA VIDA

In memóriam José Luis García Herrero,
mi compañero  (19-07-2012)


Ahora que estás en ningún lugar
el vacío ocupa mis manos,
y en tu sillón se sienta la soledad.

Los papeles sobre la mesa,
las palabras aprendidas,
la memoria tan inútil…

Todo son imágenes congeladas
en el espejo donde estuviste,
y nada es normal ni sencillo.

Ahora no sé cómo recomponerme:
se descolocó el puzzle
y me faltan piezas, compañero.


Amparo Carballo Blanco

LA QUINTA ESQUINA

Cuando en los pueblos no había esquelas

Diario de León  

Jesús A. Courel 25/07/2012

Cuando don Octavio Manteca alcanzó la plaza de La Chana, varias personas salieron a su encuentro. El médico venía a visitar a Fundisela Blanco. Sin embargo, las gentes allí reunidas no conocían mujer en el pueblo con ese nombre. Tras un rato de animada charla, le dijeron que la única enferma que había era la tía Jarcisa. Tras indicarle donde vivía, el médico pudo comprobar que se trataba de la paciente que buscaba. Aquel día los vecinos del pueblo descubrieron que la tía Jarcisa se llamaba en los papeles, Fundisela Blanco. Sirvió de poco porque nadie la llamó así y fue la tía Jarcisa hasta que se murió, dijera lo que dijera el DNI o don Octavio Manteca. «Una noche cerraremos nuestros ojos. Lo demás es del viento y de la espuma», que diría Leopoldo Panero.
Cuando los pueblos tenían gente, la muerte de uno de sus habitantes solía ser un momento doloroso porque la comunidad perdía a uno de los suyos. En el momento de la agonía, siempre había algún vecino o pariente que leía algún libro piadoso sobre el viaje de las almas. Se encendían cirios y se les ponían sobre el cuerpo objetos religiosos, además de rociarlos con agua bendita. Luego se daba la extremaunción en presencia de familia y amigos, casi siempre con la habitación llena de gente. En muchos casos, los habitantes del pueblo acompañaban al cura con el Viático, en una procesión improvisada desde la iglesia a la casa del que estaba en trance de morir, cada cual portando una vela en un silencio que solo rompía el sonido de la campanilla del sacristán, cada diez o doce pasos. Este cortejo de despedida, suponía el adiós solemne y triste de la comunidad a un miembro de la misma, siendo las atenciones a la familia un ejemplo de convivencia que despareció con la modernidad.
El velatorio fue terapia de grupo, alivio para el dolor familiar y para ahuyentar el miedo de cada uno a su propia muerte. Por ello, los velatorios en las aldeas fueron, en muchas ocasiones, una fiesta donde la vida se afirmaba sobre la muerte. Pero la solidaridad de los pueblos es mera anécdota en las urbes, nutridas con individualismo y enfermiza competencia, donde la prisa lo desdibuja todo. La muerte en la ciudad es materia huidiza. Hace unos días, falleció en Ponferrada José Luis García Herrero. Nos enteramos por la esquelas o las redes sociales, pero no hubo cortejo de despedida. Echaremos de menos sus escritos sobre la bárbara especulación urbanística (animada por la complicidad y el silencio de muchos), que convirtió tantas ciudades en espacios anónimos donde cualquier anciano se muere sin nadie de la comunidad le eche de menos…
Había que hacer algo.

lunes, julio 23, 2012

JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERO

José A. balboa de paz 23/07/2012
Diario de León

La muerte de José Luis García Herrero me trae recuerdos de nuestra amistad, debilitada pero nunca perdida en estos últimos años, como me demostró su afectuosa carta en la muerte de mi padre. Hubo un tiempo en que aquella amistad fue más estrecha. Lo conocí en 1976 y durante diez años mantuvimos una relación casi diaria en largas reuniones políticas que, varias veces al mes, nos llevaban a León donde asistíamos al Comité Provincial del PCE. En aquellos interminables viajes hablábamos de todo, de política pero también de nuestras inquietudes y vivencias personales. Recordaba a veces sin acritud su infancia, alguna vez me habló del maquis pero nunca mencionó a su padre, y hasta años más tarde no supe que era hijo de Juan García, el último alcalde republicano de Ponferrada, fusilado al comienzo de la Guerra Civil. Nunca alardeó de ello, aunque la memoria sobre su padre era, por lo que he sabido después, muy viva.

José Luis tenía un espíritu juvenil incansable y su afán por la formación personal llamaba la atención, también la envidia de algunos. Cuando lo conocí ya no era un muchacho, me llevaba casi veinte años que no fueron obstáculo para la amistad ni el estudio. Además de las reuniones diarias, trabajaba en Endesa por la mañana y, por la tarde continuaba en el estudio de Calleja, un arquitecto muy activo entonces en el Bierzo. Pero sacaba tiempo para estudiar por libre Ciencias Políticas, que llegó a terminar con éxito en Madrid. Tenía muy buena mano para el dibujo y sabía de arquitectura y urbanismo, lo que luego le sirvió para criticar con conocimiento y rigor los muchos desaguisados que se cometieron en el urbanismo de Ponferrada. En las reuniones era meticuloso, tomaba nota de todo con letra firme y chiquita; sabía poner sentido común en las discusiones, sin extremismos, pese a lo firme de sus convicciones comunistas.

Muchas de sus críticas a la corrupción o a los desmanes urbanísticos han quedado reflejadas en sus incisivas, y no exentas de ironía, columnas de opinión. Lo de escribir le venía de lejos. En los años del franquismo, donde los medios de expresión eran escasos, dejó constancia de sus inquietudes literarias, religiosas y políticas en las páginas de Aquiana, donde uno puede encontrar poemas, artículos sobre el Vaticano II o polémicas con personajes de la época. La más sonada fue la que mantuvo con el jesuita Martín Vigil a raíz de una visita del popular escritor asturiano al Gil y Carrasco sobre el papel de la juventud. Cultivó con pasión la poesía, primero como lector, luego como autor, quizá animado por su mujer Amparo Carballo, a la que mando mi pésame. Su admiración por la obra de Celso Emilio Ferreriro, especialmente por A longa noite de pedra, era reflejo de lo mucho que detestaba al régimen de Franco, que lo dejó huérfano tan niño. Descansa en paz.

domingo, julio 22, 2012

ADIÓS A UN HOMBRE CRÍTICO

http://www.diariodeleon.es/noticias/bierzo/el-adios-a-un-hombre-critico_709517.html

jueves, julio 19, 2012

PUNTO FINAL


El 19 de julio de 2012, a las 13:30 h. se fue para siempre el poeta de Yotuel/ El contorno del aire. Nos dejó el compañero, el amigo, el escritor. Se fue un gran ser humano al cielo de los sin cielo. Allí donde habitan las almas mudas sin infierno. Su vida y su obra quedarán en nuestro recuerdo, a salvo del olvido.


PUNTO FINAL
Cuando deje de ser
esto que apenas soy:
no vayáis a mi lecho a poner flores,
no digáis las palabras aprendidas,
no alteréis vuestro ritmo y compostura.

Retirad mis papeles de la mesa,
dad la vuelta al espejo donde estuve,
incendiad el recuerdo y aventadlo,
triturad la memoria tan inútil.

Dejadme descansar, accidentales
compañeros de un tiempo malgastado,
no quiero que de un rezo distraído
se aprovechen los hombres y los dioses
para hacer sus estatuas procesales.

Olvidaos de mí, pues es sencillo,
es fácil, es normal, así fue siempre
y nada ha de cambiar cuando me vaya.

Todo ha de ser así, como así ha sido:
corriente,
elemental,
incomprensible,
un acto intrascendente,
una broma pesada de la vida.
José Luis García Herrero (1934/2012)
del libro Yotuel, 2006